Esta es otra aportacion de nuestro compañero Miguel Angel. Esta vez comparte con los demas un relato que escribio en el 2006, esperencias de pesca en el río Asón. Segun el propio autor, si
alguno es adicto a los "bolos" nos invita a leerlo.
Las Señoritas del Asón
Hace once años, nueve meses y tres días que una mujer, hoy
madre de mi hija se aseguró de cortarme la coleta y restringir mis faenas
exclusivamente al interior de su plaza. Supliendo las figuras de presidente,
público, apoderado y fuerzas del orden si la situación así lo requería.
Desde hace apenas cinco años y con la venia de la Sra.
Presidenta he vuelto a saltar como espontáneo al ruedo metafórico de la vida,
con la única condición, firmada bajo contrato, que esas plazas se encuentren
lindando con las riberas de nuestra península.
Con tanto tiempo en fuera de juego, necesitaba un periodo de
adaptación acorde con la evolución de nuestros tiempos, y para no sufrir más
descalabros de los que un servidor es merecedor, decidí sondear el mercado a
través de lo que hoy se conoce como nuevas tecnologías.
Después de no mucho buscar localicé una página con un número
considerable de miembros registrados. Los cuales tras una pequeña exploración
virtual me dio como resultado que muchos de ellos estaban inmersos en un sueño
profundo y adolescente, muy similar a las alucinaciones hipnagógicas que me
acometían diariamente.
Más rápido de lo que hubiera pensado entablé relación con
algunos usuarios que me dieron una serie de instrucciones y consejos:
Para comenzar lo primero que me recomendaron fue el cambio de
vestuario, ropas confeccionadas en seda, tonos oscuros para principio de año y colores
más cálidos según avanzan los meses, sin caer en el olvido del verde oliva
color esperanza.
Elegante hay que ir, me advirtieron, pero tanto o más
importante es la presentación, tienes que intentar conseguir que el cortejo sea
lo suficientemente efectivo como para que se encuentren receptivas ante tus
movimientos sexy.
Recuerda que no es lo mismo cortejar a unas jovencitas entre
18 y 25, que tentar la suerte con mujeres de más de 35, para empezar frecuenta
ambientes diferentes. Las más jóvenes prefieren sitios movidos donde puedan
desfogar toda la vitalidad que les proporciona una juventud repleta de energía.
Suelen ser escandalosas y casquivanas y a la hora de tentarlas te dan un margen
de error lo suficientemente amplio como para tener una segunda oportunidad.
En cuanto a las maduritas, son más selectivas, se encuentran
en lugares más tranquilos y de status más alto, tienen bien delimitado su
territorio y no toleran de buen grado la compañía de jovencitas a su lado,
requieren una presentación más suave y fina y es probable que te den sólo una
oportunidad, si estás de suerte y aceptan tu reclamo tienes que actuar con
firmeza a la vez que con suavidad, no debes imponerte más que lo estrictamente
necesario y con la templanza necesaria para llevar a buen puerto la faena.
Recuerda que el éxito o el fracaso dependen de un hilo muy fino.
Con éstos y otros muchos consejos, inicié mi camino de Romeo
por zonas próximas a mi localidad, he de reconocer que visité con cierta
frecuencia zonas de alterne en los que abundaban mujeres con moral distraída,
(los archiconocidos desguaces), actitud no aprobada por la mayoría de los
puristas de nuestra sociedad, pero necesaria para conseguir ganar tablas antes
de enfrentarme al gran sueño de mi juventud, la conquista de las Señoritas del
Asón.
Con la seguridad del adolescente y ese orgullo masculino con
el que nos vanagloriamos por meras simplezas, y que tan bien han sabido
utilizar en detrimento de nuestros intereses las féminas a lo largo de los
tiempos, me fui a cortejar a las mencionadas damas.
Tras diez días de picos pardos por el Valle del Asón, y a la
hora de sacar balance de mis hazañas, no tengo más remedio que reconocer que
regresé a casa con el rabo entre las piernas.
¡Qué desplantes!, ¡qué rechazos!, ¡qué desprecios!
Los primeros días y siguiendo al pié de la letra todos los
consejos, opte por visitar las zonas de marcha en busca de las más jovencitas,
Algún éxito hubo pero éstos no consiguieron mitigar el amargo sabor de mi
paladar provocado por las decenas y decenas de fracasos.
Según iban pasando los días iba variando de ambientes, no por
ello obtenía diferentes resultados. Todo cambió cuando acudí a una zona de moda
conocida con el nombre de “El comecocos”, aquí sucedió la hecatombe, entre la
clientela habitual se podía observar mujeres que pasaban de los 35, cuerpos
bien formados que se desplazaban entre las sombras con movimientos lentos y
sinuosos, transmitían una sensación de poderío y producían tal morbazo, que me
encandilaron desde el primer momento.
Ante tanto nivel y calidad, decidí estrenar vestimenta, trajes
de seda guterman con tonos cálidos y confección meticulosa junto a complementos
importados desde el otro lado del gran charco. Todo unido a una presentación
atractiva y sigilosa tendría que ser la clave para captar su atención.
A Los primeros lances les siguieron los primeros rechazos,
rechazos elegantes, no podría haber sido de otra manera, estaba ante la alta
sociedad, se limitaban a declinar la cabeza y obsequiarme con una mirada
cómplice, no debí entender muy bien el significado de tales gestos, (y mira que
me lo advirtieron), en vez de preocuparme tal actitud lo que consiguieron fue
espolear mi optimismo.
En los sucesivos días la cosa fue cambiando, los rechazos se
convirtieron en desprecios, en el momento en que ofrecía mis servicios, salían
escopeteadas, me sentía como el chapas de la noche que no puede disimular la
caída de babas ante tanta belleza. Peor no puede ser me decía, así que opte por
seguir insistiendo el resto de los días.
Pues la cosa fue a peor y es que uno nunca acaba de aprender,
ya en los dos últimos días los desprecios se convirtieron en indiferencia.
Simplemente me ignoraban, hacían como que no existía. Esto acabo con mi orgullo
herido y la moral por los suelos.
Una vez en el coche y de regreso al hogar buscaba una
explicación a tanto infortunio,
intentaba animarme con el dicho un colega: “Las truchas como las mujeres, sólo
cuando ellas quieren”. Pero el subconsciente me traicionaba una y otra vez con
una voz que me gritaba:
Salió como D. Juan y regresa como D. Quijote.