jueves, 3 de mayo de 2012

Las Señoritas del Asón

Esta es otra aportacion de nuestro compañero Miguel Angel. Esta vez comparte con los demas un relato que escribio en el 2006, esperencias de pesca en el río Asón. Segun el propio autor, si alguno es adicto a los "bolos" nos invita a leerlo.

Las Señoritas del Asón

Hace once años, nueve meses y tres días que una mujer, hoy madre de mi hija se aseguró de cortarme la coleta y restringir mis faenas exclusivamente al interior de su plaza. Supliendo las figuras de presidente, público, apoderado y fuerzas del orden si la situación así lo requería. 

Desde hace apenas cinco años y con la venia de la Sra. Presidenta he vuelto a saltar como espontáneo al ruedo metafórico de la vida, con la única condición, firmada bajo contrato, que esas plazas se encuentren lindando con las riberas de nuestra península. 

Con tanto tiempo en fuera de juego, necesitaba un periodo de adaptación acorde con la evolución de nuestros tiempos, y para no sufrir más descalabros de los que un servidor es merecedor, decidí sondear el mercado a través de lo que hoy se conoce como nuevas tecnologías. 

Después de no mucho buscar localicé una página con un número considerable de miembros registrados. Los cuales tras una pequeña exploración virtual me dio como resultado que muchos de ellos estaban inmersos en un sueño profundo y adolescente, muy similar a las alucinaciones hipnagógicas que me acometían diariamente. 

Más rápido de lo que hubiera pensado entablé relación con algunos usuarios que me dieron una serie de instrucciones y consejos: 

Para comenzar lo primero que me recomendaron fue el cambio de vestuario, ropas confeccionadas en seda, tonos oscuros para principio de año y colores más cálidos según avanzan los meses, sin caer en el olvido del verde oliva color esperanza. 

Elegante hay que ir, me advirtieron, pero tanto o más importante es la presentación, tienes que intentar conseguir que el cortejo sea lo suficientemente efectivo como para que se encuentren receptivas ante tus movimientos sexy. 

Recuerda que no es lo mismo cortejar a unas jovencitas entre 18 y 25, que tentar la suerte con mujeres de más de 35, para empezar frecuenta ambientes diferentes. Las más jóvenes prefieren sitios movidos donde puedan desfogar toda la vitalidad que les proporciona una juventud repleta de energía. Suelen ser escandalosas y casquivanas y a la hora de tentarlas te dan un margen de error lo suficientemente amplio como para tener una segunda oportunidad. 

En cuanto a las maduritas, son más selectivas, se encuentran en lugares más tranquilos y de status más alto, tienen bien delimitado su territorio y no toleran de buen grado la compañía de jovencitas a su lado, requieren una presentación más suave y fina y es probable que te den sólo una oportunidad, si estás de suerte y aceptan tu reclamo tienes que actuar con firmeza a la vez que con suavidad, no debes imponerte más que lo estrictamente necesario y con la templanza necesaria para llevar a buen puerto la faena. Recuerda que el éxito o el fracaso dependen de un hilo muy fino. 

Con éstos y otros muchos consejos, inicié mi camino de Romeo por zonas próximas a mi localidad, he de reconocer que visité con cierta frecuencia zonas de alterne en los que abundaban mujeres con moral distraída, (los archiconocidos desguaces), actitud no aprobada por la mayoría de los puristas de nuestra sociedad, pero necesaria para conseguir ganar tablas antes de enfrentarme al gran sueño de mi juventud, la conquista de las Señoritas del Asón. 

Con la seguridad del adolescente y ese orgullo masculino con el que nos vanagloriamos por meras simplezas, y que tan bien han sabido utilizar en detrimento de nuestros intereses las féminas a lo largo de los tiempos, me fui a cortejar a las mencionadas damas. 

Tras diez días de picos pardos por el Valle del Asón, y a la hora de sacar balance de mis hazañas, no tengo más remedio que reconocer que regresé a casa con el rabo entre las piernas. 

¡Qué desplantes!, ¡qué rechazos!, ¡qué desprecios! 

Los primeros días y siguiendo al pié de la letra todos los consejos, opte por visitar las zonas de marcha en busca de las más jovencitas, Algún éxito hubo pero éstos no consiguieron mitigar el amargo sabor de mi paladar provocado por las decenas y decenas de fracasos. 

Según iban pasando los días iba variando de ambientes, no por ello obtenía diferentes resultados. Todo cambió cuando acudí a una zona de moda conocida con el nombre de “El comecocos”, aquí sucedió la hecatombe, entre la clientela habitual se podía observar mujeres que pasaban de los 35, cuerpos bien formados que se desplazaban entre las sombras con movimientos lentos y sinuosos, transmitían una sensación de poderío y producían tal morbazo, que me encandilaron desde el primer momento. 

Ante tanto nivel y calidad, decidí estrenar vestimenta, trajes de seda guterman con tonos cálidos y confección meticulosa junto a complementos importados desde el otro lado del gran charco. Todo unido a una presentación atractiva y sigilosa tendría que ser la clave para captar su atención. 

A Los primeros lances les siguieron los primeros rechazos, rechazos elegantes, no podría haber sido de otra manera, estaba ante la alta sociedad, se limitaban a declinar la cabeza y obsequiarme con una mirada cómplice, no debí entender muy bien el significado de tales gestos, (y mira que me lo advirtieron), en vez de preocuparme tal actitud lo que consiguieron fue espolear mi optimismo. 

En los sucesivos días la cosa fue cambiando, los rechazos se convirtieron en desprecios, en el momento en que ofrecía mis servicios, salían escopeteadas, me sentía como el chapas de la noche que no puede disimular la caída de babas ante tanta belleza. Peor no puede ser me decía, así que opte por seguir insistiendo el resto de los días. 

Pues la cosa fue a peor y es que uno nunca acaba de aprender, ya en los dos últimos días los desprecios se convirtieron en indiferencia. Simplemente me ignoraban, hacían como que no existía. Esto acabo con mi orgullo herido y la moral por los suelos. 

Una vez en el coche y de regreso al hogar buscaba una explicación a tanto  infortunio, intentaba animarme con el dicho un colega: “Las truchas como las mujeres, sólo cuando ellas quieren”. Pero el subconsciente me traicionaba una y otra vez con una voz que me gritaba: 

Salió como D. Juan y regresa como D. Quijote.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario